viernes, 1 de agosto de 2008

Las noches de San Telmo.


No hay mixtura más poética arrabalera, que la bohemia de las noches de San Telmo.

El dos por cuatro moviliza las entrañas del tanguero, con sus charoles engrasados como espejos pulidos con esmero. Mujeres de ojos negros, pintados con rayas fuertes y profundas, como metidas en ajustadas faldas con tajos que descubren intenciones de vanidades provocadas.

¿Dónde encontrar el amor más fiel y más infiel, desavenido, encontrado y desencontrado, que en las letras sangrientas de esas letras, que lloronas y con cadencia milagrosa de bandoneones y violines, nos impregna los sentidos pasionales, sino en esas calles empedradas de San Telmo?El vaso esmerilado de vidrio desgastado, de buen vino, compañero

inseparable del tanguero, lo lleva en un vuelo en picada a las sombras de rincones, con mujeres dispuestas a aceptar una noche de amor con desenfreno.

Vuelan los gachos, las moñitas y las faldas, cuando el último chan chan de la noche les avisa, que el sol de la madrugada es la señal de la realidad ensoñadora del descanso, la catrera desvencijada los espera, con una carona tirada por el suelo, en el cuartito azul de Marianito.

Sale el sol, en ese barrio noctámbulo, y plateado por la luna, se extraña el golpe de los vasos en el mostrador lustroso por el apoyar de codos en su roble desgastado. Ya no está el malevo como distraído pero atento, limpiando con su facón sus uñas, apoyado en el farol de esas esquinas en penumbra, piropeando a las chirusas que taconeando se menean con provocativas intenciones, ni las milongas de Homero Manzi, ni la sonrisa ni la voz del que cada día canta mejor.

Chicos jugando a al pelota, niñas que se ríen de los chicos, el barrio respira como cualquier barrio de mi Buenos Aires querido, pero invitando a que se sucedan las horas, hasta que los primeros rasguidos de una guitarra, en algún cuartucho de la Avenida San Juan o cerca del viejo almacén del Paseo Colón, saluden a las primeras horas de la noche, y acompañen a una papusa milonguera, a escuchar los acordes melodiosos que modula el bandoneón.

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