viernes, 1 de agosto de 2008

Viaje de ensueño

Súbete a Pegaso y galopemos por el cielo hacia la isla mas hermosa del planeta, que si no lo es, que no lo sea, si es la imagen de un pintor y su paleta.

El aire fresco golpea tu rostro enrojeciendo tus mejillas, el pelo suelto baila el vals de las alturas, desatando reflejos de luz, del sol incandescente.

Llegamos al destino, las palmeras verdes nos saludan con sus palmas acostadas en la orilla.Descendemos del alado en la arena color oro y de risas llenamos el refugio, que con celo defiende nuestra playa.Cabaña de alerces y piedra gris, techos de paja seca y blanquecina por la sal que trae el viento.

Cambiamos nuestras ropas, la tarde nos espera, el agua fría refresca nuestros cuerpos con caricias de olas muy azules.

El sol en el poniente, cansado cae suavemente, inmenso, enorme bola de fuego amarillenta que enrojece lentamente sobre el agua.

Homenajeado por fuegos de artificio, el cielo pintado de rosa nos divisa y explota de júbilo en colores de arco iris, mecido por celestes giros de la brisa.

No alcanzan nuestros ojos para ver tal maravilla, Dios equivocó su diseño en nuestros rostros, mas, el regocijo es tan profundo que disimula una falencia tan sencilla.

Pasan lo minutos como si fuesen dos segundo, y la negrura de la noche nos envuelve en su manto de silencio, como el más sagrado momento de los dioses en el cielo.

Las estrellas guían nuestros pasos al refugio que sonríe agradecido, por haber compartido doblemente, lo que disfruta en soledad, su contemplativo tiempo adormecido.

A la mañana volvemos con desgano, felices por lo visto y renovados como brotes de una rosa, cuando un problema imprevisto se presenta.
Nuestro alado amigo se revela, prendado está del lugar y de este gozo, tu lo miras, lo acaricias, le sonríes y Pegaso se enamora de tu imagen, obedece silencioso al despertar de este sueño y se mueve perezoso.

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