miércoles, 16 de julio de 2008

La copa de vino

-Su atención por favor, última llamada, Air France anuncia su vuelo 1351 con destino a París, previa escala en Madrid, dirigirse por favor a la sala de embarque por la puerta no 6 B, lleve en su mano el pasaporte, su billete y declare todas sus pertenencias al personal de puerta. Muchas gracias.

-your attention please last call, Air France it announces……

Después de interminables y aburridas horas de vuelo, estoy llegando del Aeropuerto Charles de Gaulle al hotel, cien metros de la Plaza de la Bastille por la Rue Faubourg Saint-Antoine.

Tomo el metro en Ledru Rollin hasta la Madelaine y desde ahí directo a la estación Pigalle.

Camino lentamente por el Boulevarde de Clichy y el amor pasajero me rodea en todas las esquinas, subo caminando por las calles de Montmartre, cruzo las Rue Abbesses, Rue des Trois Frères, Berthe y Gabrielle y me encuentro de frente con el Espace Dali a espaldas del Moulin Radet y de la Galette para desembocar en la plaza más linda del mundo, la Place Du Tertre, en St. Pierre, pleno centro del barrio más famoso del planeta. Montmartre.

La sombra de altos árboles cobijan los pintores y pinturas, de los artistas más bohemios que mis ojos disfrutaran en lugar alguno, a solo quinientos metros de la Basilique du Sacré Coeur.

Entre paletas, barbas y vendedores, me senté en el césped, que no lo era, con una copa de vino y un panini de verduras y jamón crudo, a disfrutar de un almuerzo incomparable, rodeado de locos delirantes, más cuerdos que los sanos transeúntes que pululan por la Rue du Faubourg St. Honoré comprando en las casas más caras del mundo “incivilizado”.

Agotado de tanto placer, y a la tardecita me fui al Ponts des Arts, junto al más famoso puente parisino, el Pont Neuf en el incomparabe Siene.

Copa de vino en la mano, y disfrutando la bohemia nocturna de París, me dejo llevar por personajes de almas multicolores reunidos en un frenesí, de qué sabe qué, conformando múltiples tertulias inolvidables, consumiendo lo prohibido y lo no tan permitido.

La oscuridad comienza a cubrir París, se van calmando los orates y se encienden perezosamente las luces, mis pasos se dirigen al descanso, con la misma parsimonia que las luces, acompañado por mi fiel compañera de todo un día de plácida bohemia.